La mayoría de las víctimas de este conflicto fueron indígenas andinos, sobre todo campesinos (56%), quechua-hablantes (75%), pobres (68%), de zonas rurales (79%), entre otras. Los terroristas atacaron deliberadamente a civiles, convirtiendo a este conflicto en el más sangriento de la historia peruana.
Mientras el MRTA fue desactivado hacia 1997, Sendero Luminoso resultó severamente debilitado y desplazado a la zona del VRAEM, donde esta organización subsiste asociada al narcotráfico y lanza ataques esporádicos a las fuerzas armadas.